Luchar a lo Indígena contra los virus, la Pandemia y el Capitalismo

Ya de por sí, luchar, la palabra y el acto de luchar, convoca a organizarse, prepararse, planificar, defenderse, resistir, realizar. Luchar también genera de inmediato la imagen de un oponente, un enemigo, algo o alguien a quien enfrentar para vencer. Luchar no es jugar para ganar, no es competir. No hay arbitro, ni jurado, ni premio. Luchar tiene como antónimo rendirse, someterse, doblegarse, resignarse. Luchar denota un mandato interno que no admite ordenes sino los de la consciencia.

Y ya de por sí, «Indígena», la palabra indígena, interpela, exhorta, exige, demanda: «¿Eres o no eres? ¿Soy o no soy? Indígena es el que nace en un territorio, al abrigo de un colectivo que lo habita y cultiva. Hacia atrás se pierden las generaciones que criaron su actual alimento, medicina, arte y convivencia; hacia adelante se echa a correr la esperanza de los sueños que crían en el corazón de las niñas y niños, incluso de los que todavía no nacen. Por eso aman y cuidan el territorio que habitan, la sabiduría y la música que siguen regando sus idiomas.

En el mundo, hoy, somos muchxs lxs que no nos resignamos al poderoso desaliento que reina.

En el mundo, hoy, indígenas somos lxs que tejemos nuestras vidas a un colectivo, comunitario o barrial, sea urbano o rural, y hemos hincado nuestras vidas a un territorio para hacerlo vivir, para mantener o hacerlo autónomo, regándolo con consciencia, organización, amor, cuidado y,  tantas veces lamentablemente, con la sangre y futuro de lxs hermanxs que están en primera fila defendiendo la barricada, el bosque, el río.

Indígenas, hoy, son lxs que se dicen y reclaman, en plural, «aquí vivimos y ésta es nuestra historia. No venderemos nuestros sueños».

Reivindicamos la lucha indígena, el buen vivir sobre una madre tierra liberada del dinero y el artificio fácil de la explotación, ante el ruido y el peligro real sobre la eternidad que nos pertenece.